martes, febrero 27, 2007

EL VIAJE DE GASPARETTO de Luis Durán

¿No os ha pasado nunca que a veces elegís un libro, o una película, o un cómic, sin saber muy bien por qué, o quizás porque os llama la atención su apariencia externa y el montón de mensajes subliminales que encierra para vuestra pobre mente? Es como un amor a primera vista (si es que existe, debe ser lo más parecido) o, simplemente, intuición.

Algo así suele ocurrirme con frecuencia, pero lo que me ocurrió con El viaje de Gasparetto, de Luis Durán, publicado por la Editorial Dolmen, dentro de la colección Siurell, se lleva la palma.


Lo primero que me llamó la atención fue el titulo, con esa caligrafía de escolar, y con él un cúmulo de palabras y elementos claves que me atrajeron poderosamente e hicieron que le eligiera de entre un montón de cómics que había en las estanterías de la FNAC de Valencia, a saber:

Viaje (palabra mágica donde las haya. Estoy de acuerdo con lo que escribió Luis Durán al principio de uno de sus relatos gráficos y que Jesús Jiménez Pelayo cita en sus “Variaciones sobre un tema de Luis Durán” a modo de introducción de El Viaje...: “Una vez oí decir que todos los viajes comienzan saliendo de casa. Pero no es cierto. Hay viajes que, al igual que los sueños, comienzan cerrando los ojos").

Gasparetto (-etto, suffisso alterativo que ha valore diminutivo e tono affettivo; me encanta todo lo que tiene que ver con Italia y, sobre todo, me encanta la lengua italiana); Mesana (pero, ¿existe realmente algún pequeño pueblo del interior de Italia que se llame así?).

La sirena (me la encontré en la contraportada, y antes de saber que era una de las protagonistas de la historia, mi imaginación ya la había convertido en el Hada Melusina, mi favorita de entre todo el bestiario medieval y la mitología celta, representaba básicamente la seducción y aunque su apariencia era humana, una maldición la obligaba cada sábado a transformarse en una hada acuática, mitad mujer mitad sirena).



Yo no había leído hasta este momento ningún guión de Luis Durán ni había visto ninguna de sus ilustraciones (ha sido ahora cuando me he dado cuenta de lo que me estaba perdiendo).

La historia comienza cuando un periodista, Luchino (lo más parecido en cómic al Truman Capote de la película) solicita la colaboración de un fotógrafo, Vincenzo, para realizar un reportaje sobre un extraño personaje, Gasparetto, que dice haber visto seres de otros planetas (los habitantes de un satélite llamado Pomona, cuyo símbolo de su sociedad es la imagen de una manzana) e incluso ha fotografiado sus platillos volantes. Estos dos periodistas, con personalidades distintas y un gran escepticismo (o al menos eso es lo que parece buscar Luchino en Vincenzo), acuden a un pequeño pueblo llamado Mesana para tratar de demostrar que Gasparetto es en realidad un impostor.

En un principio nada ni nadie en el pueblo ayuda a confirmar ni a desmentir dicha suposición y, aunque ninguno de sus habitantes ha visto a los extraterrestres ni sus naves, todos creen a pies juntillas que su existencia es posible sólo porque Gasparetto lo dice y ellos se fían de Gasparetto, ya que les ha demostrado con creces que se puede confiar en él (cuando les ha ayudado a salvar las vidas de sus hijos o les ha curado sus heridas y enfermedades con remedios naturales ...).



Un cartero muy peculiar, Zambo, les lleva hasta la casa que Gasparetto comparte con dos jóvenes felices que llegaron un día a ella y resolvieron quedarse para siempre, con una madre, la Sra. Gacella, y su hija, Nora, a las que encontró en Milán y se llevó consigo y con un montón de animales que deambulan sin ton ni son por la casa (tortugas, pájaros, ardillas, gatos, ...). En ella se quedan, aceptando la invitación de Gasparetto, mientras realizan la entrevista.

Si bien Luchino continúa con su actitud incrédula, algo ocurrirá en Vincenzo que le hará formularse muchas preguntas y plantearse serias dudas sobre sí mismo y lo que le rodea. Algo le hará cambiar, no sólo para ver las cosas desde otro punto de vista, sino para reencontrarse con el niño que fue, al que el sonido de un tambor antes de dormirse llevaba a mundos similares a los imaginados por Gasparetto cuando entra en trance gracias a la pirámide que ha construido siguiendo las directrices de los habitantes de Pomona, y para el que, al crecer, las puertas de esos mundos imaginarios se cerraron para siempre, creando un adulto en el que no se reconoce. Sabe que alguien como Gasparetto, que ha viajado al reino de la muerte, ha visto su rostro, ha conseguido el privilegio de elegir cuando apagar su vela y se ha adentrado en ese onírico mundo, como Jonás, en el vientre de la ballena, es imprescindible en estos tiempos, porque es de los que “dedican su vida a imaginar mundos donde podemos refugiarnos todos”.



Me ha impresionado ese dibujo tan característico de Luis Durán, de línea clara, en blanco y negro, en el que los paisajes detallistas y la ambientación, tan naïf, son un continuo juego de luces y sombras gracias al tramado; me ha gustado esa forma suya de representar el paso del tiempo (con la posición de la luna a través del agujero superior de la pirámide) y de dibujar el movimiento y de poner de manifiesto el desconcierto, de ese modo tan simple y a la vez tan efectivo.



No había visto nunca esa manera tan arbitraria de hacer el signo de interrogación, de terminar los capítulos dejando parte de la página en blanco, sin viñeta, como dibujando los silencios, o de dibujar personajes de largos cuellos, ojos enormes y expresivos, y rostros con facciones que recuerdan a veces a dibujos de Picasso.



Me ha gustado esa manera de utilizar las perspectivas aéreas, el uso del punto de vista alto, el picado (mirar de arriba abajo) y el contrapicado que despiertan la curiosidad en el espectador-lector ante lo que ve por ser un punto de vista no tan usual como el ángulo normal, pero también esos primeros planos tan expresivos y esa tendencia suya a jugar al narrador omnisciente.



Tengo que reconocer que fue un acierto elegir este cómic. Leerlo te produce una sensación especial y cuando lo terminas piensas que es una buena historia que, verdaderamente, ha llegado a emocionarte.

Por cierto, ¿sabíais que "si se despoja a una manzana de su piel sin que ésta se rompa, su espiral dibuja sobre el suelo el nombre de nuestra alma gemela"?

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